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LOS CATORCE ROMANCES DE LOPE DE VEGA SOBRE LA PASIÓN

 

 

ROMANCE I

 

AL DESPRENDIMIENTO DE CRISTO Y LA VIRGEN

 

Los dos más tiernos esposos,
los dos más tiernos amantes,
los mejores Madre e Hijo,
porque son Cristo y su Madre.

 

Tiernamente se despiden,
tanto, que en solo mirarse,
parece que entre los dos
se está repartiendo el cáliz.

 

Hijos, le dice la Virgen:
¡ Ay ¡ ¡ Si pudiera excusarte
de esta llorosa partida
que las entrañas me parte!

 

A morir vais, hijo mío,
por el hombre que criasteis,
que ofensas hechas a Dios,
sólo Dios las satisface.

 

No se dirá por el hombre:
quien tal hace que tal pague,
pues que vos pagáis por él
al precio de vuestra sangre.

 

Dejadme, dulce Jesús,
que mil veces os abrace,
porque me deis fortaleza
que a tantos dolores baste.

 

Para llevaros a Egipto
hubo quien me acompañase,
más para quedar sin Vos,
¿ Quién dejáis que me acompañe?

 

Aunque un Ángel me dejéis

no es posible consolarme,

que ausencia de un Hijo Dios

no puede suplicarla un Ángel.

 

Yo siento vuestros azotes

porque vuestra tierna carne,

como es hecha de la mía

hace también que me alcance.

 

Vuestra cruz llevo en los hombros,

no hay que pasar adelante,

que si a los vuestros aliento,

aunque soy vuestra, soy Madre.

 

Mirando Cristo a María

las lagrimas venerables,

a la emperatriz del cielo

responde palabras tales:

 

Dulcísima Madre mía

vos y Yo dolor tan grande

dos veces los padecemos,

que lo padecemos antes.

 

Con Vos quedo, aunque me voy

que no es posible apartarse

por muerte ni por ausencia

tan verdaderos amantes.

 

Yo siento más que mi muerte

al ver que el dolor os mate,

que el sentirlo y padecerlo

en mí son penas iguales.

 

Madre, yo voy a morir,

porque ya mi eterno Padre

tiene dada la sentencia

contra mí que soy su imagen.

 

Por el más errado esclavo

que ha visto el mundo, ni cabe,

quiere que muera su hijo,

obedecerle al amarle.

 

Para morir he nacido:

él ordenó que bajase

de sus entrañas paternas

a las vuestras virginales.

 

Con humildad y obediencia

hasta la muerte ha de hallarme;

la cruz me espera, Señora,

dios os consuele, abrazadme.

 

Contempla a Cristo y María,

alma, en tantas soledades,

que ella se quedó sin hijo,

y él que sin madre se parte.

 

Llega y dila, Virgen pura,

¿ queréis que yo os acompañe?

que si te quedas con ella

el cielo puede envidiarte.

ROMANCE II

 

A LA ORACIÓN DEL HUERTO

 

Hincado está de rodillas

orando a su padre inmenso

el que a la diestra sentado

juzgará vivo y muertos.

 

Como ha de morir en monte,

en el monte está el Cordero,

para ver, pues vio la hostia,

el cáliz donde le ha puesto.

 

A las palabras que dice

las penas se enternecieran,

que apenas de Dios las penas

suelen hacer sentimiento.

 

De ver a Dios de rodillas

se está deshaciendo el cielo,

aún los rayos del padre

se alegran de verlo en medio.

 

Si dice que Dios su alma

tristeza está padeciendo,

¿cómo ha de haber cosa alegre

en la tierra ni en el cielo?.

 

Pues para verificarse

que era hombre verdadero,

fue menester que su carne

tuviese la muerte en medio.

 

Al fervor de la oración

sudó sangre todo el cuerpo,

que sus delicados poros

quedaron todos abiertos.

 

Aquel bálsamo precioso

cogió la tierra en el seno,

que como es madre del hombre

quiere guardar su remedio.

 

Echose en la tierra Cristo

dejando su rostro impreso,

que es de amantes dar retratos

cuando se está despidiendo.

 

Al padre vuelve la espalda

para que en sus hombros tiernos

den los rayos de tu ira,

no al suelo que está cubierto.

 

En fin, volviendo la cara,

de su mismo padre espejo,

movió el cielo con la voz

a lástima y a silencio.

 

Pase este cáliz de mí,

si es posible, Padre Eterno;

mas no se haga mi gusto,

tu voluntad obedezco.

 

Crecieron tanto las ansias

que fue menester que luego,

rompiendo un Ángel los aires,

bajase a darle consuelo.

 

¡ Ay, Jesús de mis entrañas ¡

cómo habéis llegado a tiempo

que os consuelen siendo Dios,

las criaturas que has hecho.

 

¿ A dónde estáis, Virgen pura,

que a falta vuestro los cielos

un ángel a Cristo envían ¿

llegad, consoladle presto.

 

Decidle: dulce Hijo mío,

cuando ayunaste vinieron,

mil ángeles a esforzaros

con soberano sustento.

 

Cuando naciste bajaron

dos mil ejércitos bellos;

y cuando vais a morir

uno sólo viene a veros.

 

Limpiadle Virgen piadosa,

la sangre con los cabellos;

que pues le deja su Padre,

vea a su madre a lo menos.

 

Id Vos con ella, alma mía,

entrad con ella en el huerto,

no sospechen que os quedáis

con el que viene a prenderlo.

 

Decidle: dulce Jesús,

aquí estoy al lado vuestro,

para padecer por Vos,

no para negaros luego.

 

Vámonos presos los dos,

pues vais por mi culpa preso;

cinco mil son los azotes,

muchos son, partir podemos.

 

 

 

ROMANCE III

 

A LOS AZOTES QUE DIERON A CRISTO NUESTRO SEÑOR

 

Mira, Juan, por la ventana

de la casa de aquel Juez

puesto en la columna Cristo,

su maestro y nuestro bien.

 

Las manos que al cielo hirieron

atadas con un cordel,

en una aldaba de hierro

que yerro del hombre fue.

 

Y porque a las espaldas

el mármol no alcanza bien,

tiene los brazos cruzados

para que sin cruz no esté.

 

Mira que vuelve el Cordero

la piedra en jaspe después,

pues con cinco mil azotes

le desollaron la piel.

 

Y que enternecido el mármol

cera se quiere volver,

pues es más blando que el hombre

estando Dios atado a él.

 

Razón el mármol tenía,

porque cuantos le ofendéis

mármoles sois en que azotan

a Cristo Santo otra vez.

 

Viendo, pues, el sacerdote

divino Melquisedech

cubierto de cardenales

de la cabeza a los pies.

 

Con tierno llanto le dice

su secretario fiel:

¿qué es aquesto, Jesús mío?

¡ay de los ojos que os ven ¡

 

De azucena os habéis vuelto

tan deshojado clavel,

que os olvidáis de ser Dios

para teneros en pie.

 

Pensé llamar vuestra madre

mas ¡ ay , Dios ¡ ¿ Cómo podré

dar a sus tierras entrañas

un cuchillo tan cruel?

 

Aunque de su fortaleza

no tengo yo que temer,

que si estáis vos en columna,

columna es ella también.

 

Porque vuestro eterno Padre

con su divino poder,

de tales columnas hizo

las puertas de Ezequiel.

 

¡ Qué bien hicisteis, Señor,

que fuese muerto José,

que con ser padre adoptivo

no hubiera fuerzas en él!.

 

De veros en un pesebre

lloró de amor en Belén,

¿qué hiciera si tales viera

vuestros años treinta y tres?

 

Gran maldad hizo el amigo

que cenó con Vos ayer,

pues todo el valor del cielo

dio por tan poco interés.

 

Los que ayudaros juraron

lo emplearon tan al revés,

que hasta los gallos que cantan

dicen que los falta fe.

 

Si en vuestro pecho dormí,

hacedme, Señor, merced,

que vele con él ahora

y me regalen con él.

 

Esto dijo Cristo a Juan;

almas, llorar y tened

lástima de ver que azotan

por los esclavos al Rey.

 

 

ROMANCE IV

 

A LA CORONA DE ESPINAS

 

 

Coronado está el Cordero

no de perlas ni zafiros,

ni de claveles y flores,

sino de juncos marinos.

 

Su santísimo cerebro

le traspasan atrevido

frutos que no dio la tierra

desde que Dios los maldijo.

 

Mas lo que causa dolor

es ver que se hayan subido

desde las plantas de Adán

a la cabeza de Cristo.

 

De zarzas está cercado

aquel soberano trigo

que el espíritu de Dios

sembró en campo virgíneo.

 

Entre las espinas verdes

para mayor sacrificio,

el cordero de Abraham

está esperando el cuchillo.

 

Ya las hijas de Sión

al Rey Salomón han visto

en el día de sus bodas

coronado de jacintos.

 

¡ Ay ! divino Dios de amor,

Cupido, y harto escupido

de aquellas infames bocas

más fieras que basiliscos.

 

Venda os ponen en los ojos

que quiere Dios infinito,

que seas Jesús vendado,

pues fuiste Jesús vendido.

 

Para daros golpes fieros

os cubren, porque imagino,

Que como sois tan hermoso,

no se atreven sin cubriros.

 

Los hombres, Señor, os ciegan,

que piensan que sus delitos

los verá quien siendo Dios

ve los pensamientos mismos.

 

Para daros bofetadas

el hombre os hace adivino,

pues dicen que adivinéis

las manos que os han herido.

 

Yo he sido, dulce Jesús,

yo he sido, dulce bien mío,

el que en Vos puso las manos

con mis locos desatinos.

 

Yo soy por quien arrancaron

esos cabellos benditos,

que diera el cielo por ellos

todos sus diamantes ricos.

 

Si los viera, ¡Jesús mío,

la Virgen que los peinó,

y con gusto regaló

arrancarlos y escupirlos!

 

Si ella viera maltratarlos

diera tan recios suspiros,

que los Ángeles lloraran

y temblara el cielo mismo.

 

Una vez se vio la Esposa

como las rosas y lirios

a sus puertas como el alba

coronado de rocío.

 

¿Cómo llamareis ahora

al alma que está en sus vicios,

llena de sangre que corre

sobre esos ojos divinos?

 

Mirad, alma, que le sacan,

y que dice el pueblo a gritos:

Jesús muera,y Barrabás

viva en hurtos y homicidios.

 

No seas tan dura y fiera,

que entre tantos enemigos,

pida vida un ladrón

y que den muerte e Cristo.

 

 

ROMANCE V

  

AL ECCE-HOMO

 

Pues el juez más lisonjero

que con su príncipe ha sido,

por interés de su gracia

y por no perder su oficio

 

En un balcón de su casa

azotado y escupido,

para que el pueblo le vea

puso al inocente Cristo.

 

Después de noche tan fiera

aparece el sol teñido

en sangre, y en vez de rayos

puntas de juncos marinos.

 

A las llagas de su cuerpo

pegado el rojo vestido,

que también se hiciera rojo

si fuera de blanco armiño.

 

Veis aquí, les dice, al hombre

a quien desde el cielo dijo,

con su voz el Padre Eterno:

este es mi Hijo querido.

 

Aquí le traigo enmendado:

oh, ¡qué extraño desatino,

querer enmendar a un Dios

tan bueno y tan infinito!.

 

Quita, quita, le responden

viejos, ancianos y niños;

muera, muera, muerte infame,

pues hijo de Dios se hizo.

 

Ay, Jesús, Hijo de Dios,

que ese nombre y apellido

no le tenéis Vos hurtado,

que sois igual a Dios mismo.

 

Virgen santa, decid Vos

lo que el ángel os ha dicho

de él, lo que los profetas

dijeron por tantos siglos.

 

Y que este preso, azotado

es aquel que cuado niño

le adoraron los tres Reyes

y Vos llevasteis a Egipto.

 

Abonadle, Virgen bella,

decid que de Dios es hijo,

que puesto que sois su madre

bien valéis para testigo.

 

Abonada sois, Señora,

todo el bien de Dios os vino;

Bienaventurada os llaman

Los que son, serán y han sido.

 

Decid vos que es el Cordero

Bautista aunque sois su primo,

que quien por verdades muere

bien merece ser creído.

 

Decid Ángeles hermosos,

¿es este el mismo que vimos

nacer del amor abrasado

aunque temblando de frío?.

 

Decid , Pedro, Juan y Diego,

que a su padre habéis oído

que es su hijo en el Tabor

si el miedo os deja decirlo.

 

Llegad presto, que dan voces

en aquel falso concilio

para que la vida muera

que es Dios sin fin ni principio.

 

Ay, Virgen, mirad que quitan

a un fiero ladrón los grillos,

y a Jesús ponen al cuello

la soga de mis delitos.

 

Paréceme que decís,

gloria de los ojos míos,

más quiero en el mundo un ladrón

que a mi Cordero divino.

 

Mientras le dan la sentencia

alma, como tristes suspiros;

decid a su Eterno Padre

que se duela de su hijo.

 

Señor, aquí está el esclavo,

que soy de la muerte digno,

pero está cerrado el cielo,

no querrá su Padre oíros.

 

Volved a la Virgen Sacra

y acompañad su martirio,

que también mata el dolor

donde no alcanza el cuchillo.

 

 

 

ROMANCE VI

 

AL LLEVAR LA CRUZ A CUESTAS

 

La leña del sacrificio

lleva al obediente Isaac,

aunque no ha de bajar ángel

a detener a Abraham.

 

El puro y manso Jesús

que el Bautista en el Jordán

llamó Cordero de Dios,

se quiere sacrificar.  

 

El que entre Moisés y Elías

vieron Diego, Pedro y Juan,

en la cumbre del Tabor

lleno de luz celestial.

 

Este mismo muere triste

no lejos de la ciudad;

porque juzguen que es ladrón,

entre los ladrones va.

 

Un madero lleva al hombro;

lugar en que han de pisar

el solo racimo fértil

de aquella vid virginal.

 

En su delicado cuello

lleva el Príncipe de Paz,

de dos pesadas columnas

su imperio y cetro real.

 

Al son de trompetas tristes

pregones injustos dan:

Esta es la justicia, dicen,

Pero no dicen verdad.

 

Si esta es la envidia dijeran,

bien pudiera acertar;

mas siempre se vale Edmundo

de la disculpa de Adán.

 

Dicen que el Cesar hurtaba

la romana majestad,

para hacerse rey quien era

Hijo de Dios natural.

 

Mucho le pesa la cruz,

Los pecados mucho más,

Con ellos ha dado en tierra,

Pues no los puede llevar.

 

Llevadlos, Jesús querido,

Que si vos no lleváis,

Esclavos seremos todos

del tirano Leviatán.

 

Cayó Cristo y por la frente

Con el golpe desigual,

Se le entraron las espinas

Lo que faltaban entrar.

 

Cogote el polvo los ojos

Si el sol se puede cegar,

La boca de sangre llena

Se estampó en un pedernal.

 

Suspira el manso Cordero

Y ayuda pidiendo está,

Y a fuerza de palos y golpes

Le vuelven a levantar.

 

Como tiraban la soga

Volviendo el cuerpo hacia atrás

Miró al cielo enternecido,

Pero viole sin piedad.

 

¡Ay, virginales entrañas,

los pasos apresurad,

con angélico decoro

si le queréis consolar!.

 

Para conocer su rostro,

desfigurado y mortal,

la imagen del Padre Eterno

con vuestras togas limpiad.

 

Abrazadle , Virgen santa,

porque si Vos le abrazáis

al regazo de esos pechos

consuelo el suyo tendrá.

 

Mas el descomedimiento

de esa gente desleal

atropellará furioso

vuestra santa honestidad.

 

Mejor es, alma, que vos

con vuestra cruz le sigáis,

porque quien tras el la lleva

ese le viene a ayudar.

 

Que si de vuestros pecados

el peso a la cruz quitáis,

haréis que ella pese menos

y Cristo camine más.

 

ROMANCE VII

 

AL DESNUDARLE LA TÚNICA

 

En tanto que el hoyo cavan

adonde la cruz asientes

en que el Cordero levantan

figurado por la sierpe.

 

Aquella ropa inconsútil

que , de Nazaret ausente,

labró la hermosa María

después de su parto alegre.

 

De sus delicadas carnes

quitan con manos aleves

los camareros que tuvo

Cristo al tiempo de su muerte.

 

No bajan a desnudarle

los espíritus Celestes,

sino soldados que luego

sobre su ropa echan suertes.

 

Quitáronle la corona,

y se abrieron tantas fuentes,

que todo el cuerpo divino

cubrió la sangre que vierten.

 

Al despegarle la ropa

las heridas reverdecen,

pedazos de carne y sangre

salieron entre los pliegues.

 

Alma pegada a tus vicios,

si no puedes, o no quieres

de ellos pronto despegarte,

mirar esta ropa puedes.

 

A la sangrienta cabeza

la dura corona vuelven,

que para mayor dolor

le coronaron dos veces.

 

Asió la soga un soldado

tirando a Cristo de suerte

que donde va por su gusto

quieren que por fuerza llegue.

 

Dio Cristo en la Cruz de ojos,

arrojado de las gentes,

que primero que la abrace

quiere también que la bese.

 

Qué cama os está esperando,

mi Jesús, bien de mis bienes,

para que el cuerpo cansado

siquiera al morir se acueste.

 

Oh, que almohadas de rosas

las espinas os prometen,

¡ qué corredores dorados

los de esos falsos cueles!.

 

Dormid en ella, mi amor,

para que el hombre despierte,

aunque más dura os haga

que en Belén entre la nieve.

 

Que, en fin, aquella tendría,

abrigo a las paredes,

las toca de vuestra madre

y el heno de aquellos bueyes.

 

¡ Qué vergüenza le daría

al Cordero Santo al verse

siendo tan honesto y casto,

desnudo entre tanta gente!.

 

Ay , divina madre suya,

si ahora llegaseis a verle

en tan miserable estado,

¿ quién ha de haber que os consuele?.

 

Mirad, Reina de los Cielos,

si el mismo señor es este,

cuyas carnes parecían

de azucenas y claveles.

 

Mas, ay, madre de piedad,

que sobre la cruz le tienden

para tomar la medida

por donde los clavos entren.

 

¡ Oh, terrible desatino!

medir al inmenso quieren;

pero bien cabrá en la cruz

el que cupo en un pesebre.

 

Ya Jesús está de espaldas

y tantas penas padece,

que con ser la cruz tan dura,

ya por descanso la tiene.

 

Alma de bronce o de mármol,

mientras en tus vicios duermes

dura cama tiene Cristo;

¿no te despierta la muerte?.

 

ROMANCE VIII

 

AL LEVANTARLE EN LA CRUZ

 

Vuestro esposo está en la cama

alma, siendo vos la enferma,

pasemos a visitarle

que dulcemente se queja.

 

En la cruz está Jesús,

a donde morir espera

el postrer sueño por vos;

bien será que estéis despierta.

 

Llegad y miradle echado,

enjugadle la cabeza

que el rocío de la noche

le ha dado sangre por perlas.

 

Mas cómo podrá dormir

que ya la mano siniestra

le clavó un fiero verdugo

nervios y ternillas suenan.

 

Poned, alma , el corazón

si llegar a Cristo os dejan

entre la cruz y la mano,

porque os le claven con ella.

 

Mas ¡ ay , Dios! Que ya le tiran

de la mano que no llega

al barreno que a la Cruz

hicieron las suyas fieras.

 

Con una soga doblada

atan la mano siniestra

del que a desatar venia

tantos esclavos por ella.

 

De sus delicados brazos

tiran juntos con tal fuerza,

que todas las coyunturas

le desencajan y quiebran.

 

Alma, lleguemos ahora

en coyuntura tan buena,

que no la hallareis mejor

aunque está Cristo sin ella.

 

Clavan la siniestra mano

haciendo tal resistencia

el hierro alcanza el martillo,

que parece que le pesa.

 

Los divinos pies traspasan,

y cuando el verdugo yerra

de dar en el hierro el golpe,

en la carne santa acierta.

 

Por los pies y por las manos

de Jesús los clavos entran,

pero a la Virgen María

el corazón le atraviesan.

 

No dan golpes los martillos

que en las entrañas no sea

de quien fue la carne y sangre

que vierten y que atormentan.

 

A Cristo en la Cruz enclavan

con puntas de hierro fieras,

y a María crucifican

el alma clavos de pena.

 

Al levantar con mil gritos

la soberana bandera,

con el Cordero por armas

imagen de su inocencia.

 

Cayó la viga en el hoyo

y al punto que tocó en tierra,

desgajándose las manos

dio en el pecho la cabeza.

 

Salió de golpe la sangre

dando color a las piedras,

que pues no la tiene el hombre

bien es que tengan vergüenza.

 

Abriéndose muchas llagas

que del aire estaban secas,

y el inocente Jesús

del dolor los ojos cierra.

 

Pusieron a los dos lados

dos ladrones por afrenta,

que a tanto llegó su envidia

que quieren que lo parezca.

 

Poned los ojos en Cristo.

almas, el tiempo que os queda,

y con la Virgen María

estad a su muerte atentas.

 

Decidle: Dulce Jesús,

vuestra Cruz mi gloria sea

ánimo a morir, Señor,

para darnos vida eterna.

 

 

ROMANCE IX

  

A CRISTO EN LA CRUZ Y LAS SIETE PALABRAS

 

¿ Quien es aquel caballero

herido por tantas partes

que está de morir tan cerca

y no le conoce nadie?.

 

Jesús Nazareno dice

aquel rótulo notable:

Ay, Dios, ¡ qué nombre tan dulce ¡

No merece muerte infame.

 

Después del nombre y la patria,

Rey dice más adelante;

pues si es rey, ¿ cómo de espinas

han osado coronarle?.

 

Dos cetros en la mano;

mas nunca he visto que enclaven

a los reyes con lo cetros

los vasallos desleales.

 

Unos dicen que si es Dios

de la Cruz descienda y baje;

otros, que salvando a muchos

así no puede salvarse.

 

De luto se cubre el cielo

y el sol de sangriento esmalte;

o parece Dios, o el mundo

se disuelve y se deshace.

 

Al pie de la Cruz, María

está con dolor constante,

mirando al sol que se pone

entre arreboles de sangre.

 

Con ella su amado primo

haciendo sus ojos mares,

Cristo los pone en los dos

Más tierno porque se parte.

 

¡ Oh, lo que sienten los tres;

Juan , como Primo y amante;

como Madre la de Dios

que lo de Dios, Dios lo sabe!

 

Alma , mirad como Cristo,

para pedir a su padre,

viendo que a su Madre deja

la dice palabras tales:

 

Mujer, ves ahí a tu hijo ;

y a Juan, ves ahí a tu Madre ;

Juan queda en lugar de Cristo,

Ay, Dios , ¡ qué favor tan grande!

 

Viendo, pues, Jesús que todo

ya comenzaba a acabarse,

sed tengo , dijo a los hombres,

sed de que el hombre se salve.

 

Corrió un hombre y puso luego

a sus labios celestiales,

con una caña una esponja

llena de hiel y vinagre.

 

En la boca de Jesús

pones hiel, hombre, ¿ qué haces?

Mira que por ese cielo

De Dios las palabras salen.

 

Advierte que en ella puso

con sus pechos virginales

María en su blanca leche

mucha dulzura suave.

 

Alma, sus labios divinos

cuando vamos a rogarle,

aunque con vinagre y hiel

darán respuesta suaves.

 

Llegad a la Virgen bella

y decidla con el Ángel:

Ave, quitar su amargura,

pues de gracia sois el ave.

 

Sepa el fruto al vientre santo

y a la dulce palma el dátil:

el alma tiene a la puerta,

no tengan hiel los umbrales.

 

Y si dais leche a Bernardo,

porque su madre os alabe,

mejor Jesús la merece,

pues Madre de Dios os hace.

 

Dulcísimo Cristo mío,

aunque esos labios se bañen

en hiel de mis graves culpas,

Dios sois, como Dios habladme.

 

Habladme ,dulce Jesús ,

antes que la lengua os falte;

no os descienda de la cruz

sin hablarme y perdonarme.

 

ROMANCE X

  

AL BUEN LADRÓN

 

Ángeles que están de guardia

en los presidios eternos,

el arma, el arma, a la puerta

que quieren robar el cielo.

 

¿ Qué importa que de diamante

se viese Juan muros bellos,

que estando Cristo enclavado,

cómo podrá defendernos?.

 

Si Cristo santo es la puerta

ya se le rompen tres hierros,

cuyas llaves sangre bañan

porque den vueltas más presto.

 

Acechando está un ladrón

por los mismos agujeros

si a la casa del tesoro

de Dios pueden dar un tiento.

 

Como de su Eterno Padre

es el escritorio el Verbo,

adonde guarda las joyas,

ganzúas de la fe han puesto.

 

Por las paredes humanas,

que hizo de Dios el dedo

en el vientre de María,

escala pone a su pecho.

 

Por la humanidad de Cristo

entra a Dios el ladón diestro;

pero logrando con fe,

dicen que no es sacrilegio.

 

Robar quiere la custodia

de su mayor Sacramento,

con ver la hostia en el cáliz

y el cáliz de sangre lleno.

 

No lleno aunque lo merece

que todo se está vertiendo;

que anda revuelta la casa

cuando se muera su dueño.

 

¿ Qué mucho que anden ladrones,

si ha de ser Cristo en muriendo,

ganancia de pescadores

estando el río revuelto?.

 

Como se abrasa la casa

y dice Dios, fuego, fuego,

todas las joyas arroja

por las ventanas del Verbo.

 

No le defiende María

que también su pecho tierno

está clavado en Jesús,

aunque se le arranca el pecho.

 

Como se le muere el hijo

no tiene la hacienda dueño

que desde que le parió

le cuesta tantos tormentos.

 

Tampoco Juan le defiende;

que quien se durmió en su pecho

mal podrá ganar tesoros

que no se guarden durmiendo.

 

Pero ya el ladrón famoso,

como otros muchos han hecho,

quiere acabar predicando

al que está con él, diciendo:

 

Este parece sin culpa,

los culpados padeceremos;

Jesús, Hijo de David,

te acuerdes de mí en tu reino.

 

Conmigo , responde Cristo,

estarás hoy, te prometo,

que como ve que se parte

hace barato del cielo.

 

Alma, llegad a la cruz,

que está Cristo todo abierto

liberal y bondadoso,

como se le acaba el tiempo.

 

No os quedéis por vuestra culpa

sin los tesoros inmensos,

Dios lleva un ladrón consigo;

mirad cual anda el deseo.

 

Como todos le han dejado,

no se espante el mundo de esto,

que hacer caso de ladrones

es a falta de hombres buenos.

 

Ahora que el cielo roban

es buena ocasión que entremos,

que podrá ser que después

le pongan candados nuevos.

 

 

ROMANCE XI

 

AL EXPIRAR CRISTO EN LA CRUZ

 

Desamparado de Dios,

el hombre puesto en un palo,

el alma tiene Jesús

en sus altísimos labios.

 

A su eterno Padre mira,

abriendo los ojos santos,

que ya cerraba la muerte

atrevida el velo humano.

 

Con voz penosa dice,

cielos y tierra temblando:

mi espíritu ,Padre mío,

pongo en tus divinas manos.

 

Y bajando la cabeza

sobre el pecho levantado,

entregó su alma a Dios

para que flechase el arco.

 

Expira el dulce Jesús,

y del sangriento costado,

sale aquella alma obedeciente

dejando el cuerpo entre clavos.

 

Desnudo, muerto y sin honra,

mira el padre soberano

a su dulcísimo Hijo

por un miserable esclavo.

 

No manda que de la Cruz

ejércitos soberanos

le desciendan y sepulten

en urnas de jaspe y mármol.

 

Manda al sol que se retire

y lo hiciera sin mandarlo,

por no ver desnudo a Cristo

hecho a tormentos pedazos.

 

Que la tierra y mar se turben,

y que los hombres ingratos

sepan que ha muerto por ellos

un Hijo que quiere tanto.

 

Manda se vistan de luto

los celestes cortesanos,

y que se apaguen las luces

de estrellas, planetas y astros.

 

Rompiese el velo del templo,

cayeron los montes altos,

abrieron sé los sepulcros

y hasta las piedras temblaron.

 

Mas llamando encantamiento

el pueblo a tales milagros,

quebrarle quieren los huesos

que solo quedaron sanos.

 

Y como le hallaron muerto

por ir seguro un soldado,

puso la lanza en el ristre

y arremetiendo al caballo,

 

abrió por el sumo pecho

tanta herida a Cristo santo,

que descubrió el corazón

como buen enamorado.

 

El corazón que los hombres

vieron en obras tan claro,

quiso también que se viese

dar agua de sangre falto.

 

Alma, a la Virgen María

considera en este paso,

que la traspasa el dolor,

y a Cristo el hierro inhumano.

 

Qué, ¿ queréis a un hombre muerto

les diría el lirio casto?

Mas bien hacéis, porque creo

que sois de Cristo retrato.

 

Ya del nuevo Adán dormido

y de su abierto costado

sale la iglesia, su esposa,

para bien de los cristianos.

 

Ya salen los Sacramentos

del Bautismo y del pan santo,

que como es honor de amor,

sale en pan Dios abrasado.

 

De la ventana del cielo

ha quitado Dios el arco,

para que los hombres vean

que no tiene más que darlos.

 

Pues, dulcísimo Jesús,

si después de pies y manos

también dais el corazón,

¿ quién podrá el suyo negaros?.

 

 

ROMANCE XII

 

AL DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ

 

Las entrañas de María

con nuevo dolor traspasan

los martillos que a Jesús

de la alta cruz desclavan.

 

¡ Quién dijera, dulces prendas

para santo bien halladas,

que para subir al cielo

no fue menester escala!

 

¡ Mas que mucho que se alcance

a la cruz santa arrimada,

ni que hecho pedazos venga

si el cielo a la tierra baja!

 

Ya no cae más sangre de él,

porque si alguna quedara

otra lanzada le dieran,

mas fue desengaño el agua.

 

Junto al sangriento costado

formada una esponja helada

devanando sus espinas

aquella madeja santa.

 

Los clavos baja a la Virgen

Nicodemus , porque bajan

desde el cuerpo de su Hijo

a crucificarla el alma.

 

Con trabajo y con dolor

José la corona saca,

por estar en la cabeza

por tantas partes clavada.

 

A la Virgen la presenta,

que las azucenas blancas

de sus manos vuelve en rosas,

y de su sangre las baña.

 

Ningún martirio de Cristo

sino la corona santa,

tocó en el cuerpo a la Virgen

hiriéndola por tomarla.

 

Sacan sangre las espinas

de sus manos delicadas,

que junta con la de Cristo

para mil mundos bastara.

 

La cual pone en su cabeza

porque a su esposo le agrada,

que sea lirio entre espinas

aquella venda de grana.

 

Ahora, hermosa María,

parecéis la verde zarza,

que aunque el fuego os baje muerto

bien arde en vuestras entrañas.

 

Recibidle, gran señora,

que de la sangrienta cama,

Juan ,Magdalena y José

Avuestros brazos le bajan.

 

Cuando niño estaba en ellos

haciendo y diciendo gracias,

que las del Padre tenía

que fue su misma palabra.

 

Tomad esas manos frías

y diréis viendo las palmas,

que un hombre tan manirroto

no es mucho lo que nos daba.

 

Tomad los pies y veréis,

qué bien el mundo le paga

treinta y tres años que anduvo

solicitando su causa.

 

Poned en vuestro regazo

La cabeza soberana,

veréis que el esposo vuestro

ni os alegra ni os regala.

 

Y si el costado miráis

y aquella profunda llaga,

Dios os de paciencia, Virgen,

porque consuelo no basta.

 

Alma por quien Dios ha muerto,

y muerte tan afrentada,

mira a su madre divina

y dila con tiernas ansias:

 

Desnudo , roto y difunto

os le vuelven, Virgen santa;

naciendo os faltan pañales,

mortaja muriendo os falta.

 

Pidámosla de limosna,

y entiérrele en pobres andas

la santa misericordia,

pues ella misma le mata.

 

 

ROMANCE XIII

 

A LA SOLEDAD DE NUESTRA SEÑORA

 

Sola con sola la cruz,

los ojos puestos en ella,

y en sus virginales manos

clavos y espinas sangrientas.

 

Vueltos dos fuentes sus ojos

que derraman vivas perlas,

llorando muerta una vida,

dice así una vida muerta:

 

Ay, cruz, que en mi soledad,

como amiga verdadera,

sólo a la sola acompañas,

sólo a la sola consuelas.

 

Dame tus dulces abrazos,

abraza a esta madre tierna,

porque a falta de mi Hijo

los tuyos solo suplieran.

 

Quiero abrazarte, cruz mía;

¿ pero qué sangre es aquesta?

puesto que sin fuego hierve

sin duda es la mía misma.

 

¡ Ay, sangre de mis entrañas,

vertida por tantas puertas!

pues de mis venas saliste,

volved a entrar en mis venas.

 

Ay , sangre que vertió Dios

ay, sangre que Dios desea,

pues con esta sangre cobra

Dios de Dios todas las deudas.

 

¡ Ay, engañosa manzana!

¡ ay , mentirosa culebra!

¡ ay ,enamorado Adán!

¡ay, mal persuadida Eva!

 

Llevó aquel árbol vedado

frutas de culpas y penas,

mas vos, cruz, una granada

coronada y pechiabierta.

 

Como fue fruta de invierno

y cogida de una huerta,

colgáronla por el hombre

que trae la salud enferma.

 

Ya a los dos nos desfrutaron

de la dulce fruta nuestra,

pues la llevamos los dos,

yo con dolor , tú con pena.

 

Vuelve en ti a crucificarme

no hayas miedo que lo sienta,

que mal sentí yo sin alma

pues el sepulcro me encierra.

 

La lanza que le hirió muerto

a mi el alma me atraviesa,

que estaba en su pecho el alma,

y el mío estaba sin ella.

 

Crucificadme de pechos

y no de espaldas, Cruz bella,

que pues la de Dios guardaste;

no es bien que ya te las vuelva.

 

Juntemos pechos y abrazos,

pues juntos es bien se vean,

brazos y pechos que a Dios,

en vida y muerte sustentan.

 

A Dios tuviste en los brazos,

atándole de manera

que pudo el ladrón del hombre

llegar a hurtar sus riquezas.

 

Cruz, teniendo s Dios en peso

en él mostraste tus fuerzas,

pues le hiciste dar de sí

cuando pudo y cuando era.

 

Contigo me crucifica;

y si por clavos lo dejas,

aquí están aquellos tres

que hasta el alma me atraviesan.

 

¿ Cómo siendo arco de paz

para mí lo eres de guerra,

pues son de mi corazón

aquestos clavos las flechas?

 

Ay, Hijo, si nunca errasteis,

¿ cómo con clavos os hierran?

pues vuestra madre es esclava

hierren a la madre vuestra.

 

Oh, ensangrentadas espinas

que os subís a la cabeza,

a que mi flor encarnada,

pues es rosa, espinas tenga.

 

Ay, dolorosos despojos

de la victoria sangrienta;

venid a ser haz de mirra

de mi pecho y mi paciencia.

 

Herid el pecho que os ama,

y aquesta boca que os besa,

estos brazos y estos ojos,

dijo, y quedándose suspensa.

 

Con lágrimas acompaña,

alma , a su madre y su Reina,

que sola al pie de la Cruz

llora su muerte y su ausencia.

 

El templo rompe su velo,

la luna en sangre se anega,

gime el aire y brama el mar,

llora el sol, tiembla la tierra.

 

Alma, gime, tiembla y llora,

que hasta las piedras te enseñan,

pues rompe sus corazones

cuando el tuyo se hace piedra.

 

Los muertos a quien dio vida

sienten su pasión acerba,

a tú que se la quitaste

no lo sientes ni lo piensas.

ROMANCE XIV

 

AL SEPULCRO DE CRISTO

 

En el doloroso entierro

de aquel justo ajusticiado

que por culpa y no suyas

quiso morir en un palo.

 

Cual campanas clamorean

los insensibles peñascos,

que es bien que las piedras hablen

de tan lastimoso caso.

 

Viste el sol bayeta negra,

y la luna mongil basto,

capaces la tierra y el cielo,

que son del cielo criados.

 

La noche colgó de luto

las paredes del Calvario,

y el templo pesar mostró

sus vestiduras rasgando.

 

Las hachas son amarillas,

que los celestiales astros

como vieron su luz muerta

amarillos se tornaron.

 

De la caridad vinieron

a enterrarle los hermanos,

y los de la Veracruz

con algunos del Traspaso.

 

Angustias y Soledad

al entierro acompañaron,

que era su madre cofrada

y la primera que ha entrado.

 

No vino la clerecía,

que de doce convidados

uno solo se halló en él,

que era del difunto amado.

 

Para amortajar el cuerpo

dio un piadoso cortesano

de limosna una mortaja,

de su inocencia retrato.

 

Hizo la madre el acetre

de sus ojos lastimados,

derramando agua bendita,

el Pater noster rezando.

 

Con olorosos ungüentos

ungen el cuerpo llagado,

de los vasos de sus ojos

mirra amarga destilando.

 

Llevan al difunto Dios

en los dolorosos brazos,

con lamentables suspiros

tristes lágrimas llorando.

 

Llegan al sepulcro ajeno

y fue pensamiento sabio,

que para solo tres días

basta un sepulcro prestado.

 

Abrió el sepulcro la boca

y recibió a Dios temblando,

que aún las piedras si comulgan

dan de temblar comulgando.

 

Alma, ven a las exequias

de Jesús enamorado,

que yace por tus amores

muerto, herido y desangrado.

 

Mira sin luz a la luz,

sin vida al que te ha dado,

condenado al salvador

por salvar al condenado.

 

Mira por ti a Jesús muerto

y que muerto y enclavado,

te dice: ¡ Ay esposa mía!

aunque me has muerto, te amo.

 

Mira aquestos rojos pies

y aquestas sangrientas manos,

mira este rostro escupido

y este cabello arrancado.

 

Mira aquesta boca herida

y aqueste cuerpo azotado,

y esta cabeza sangrienta

y este pecho alanceado.

 

Entraté en estas heridas,

mas ¡ay! Que sangre han brotado

cierta señal, alma mía,

que eres tú quien las ha dado.

 

Yo te perdono mi muerte

como llores mis pecados,

que estoy para perdonar,

aunque muerto no cansado.

 

Cesen ya las sinrazones,

alma, basta lo pasado,

que será hacer de tus yerros

otra lanza y otros clavos.

 

Acábense con mi muerte

tus culpas y mis agravios,

porque es ofender a un muerto

de corazones villanos.

 

De tus culpas y mis llagas

Los dos quedaremos sanos,

Al derramarse sobre ellas

Mirra de dolor amargo.

 

Alma, mis heridas cura

con este bálsamo santo,

y las tuyas que tú hiciste,

las podrás curar llorando.

 

En el plato de tus ojos

dame manjar de tu llanto,

y podrás decir que a un muerto

pudo dar vida este plato.

 

Ámame tú como debes

y viviremos entrambos;

tú enterrándote conmigo

y yo en ti resucitando.

 

SÚPLICA

  

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

Señor mío Jesucristo: Por la amargura que pasaste en tu pasión y cuando salió tu ánima santísima de tu cuerpo, te suplico hayas misericordia de mí, porque cuando saliere mi ánima de este mi cuerpo la encaminéis al cielo.

 

Adorémoste, Señor mío Jesucristo en la cruz clavado con la corona de espinas en la cabeza .Y por tu santa pasión te ruego que me libres del ángel malo.

 

Amen