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Canicosa milenaria,
Pino-roble por amor,
abrazo y vida común
difundidos en Blasón.
Monumento a la decencia
espíritu de otro tiempo,
mujer y hombre que reviven
con su prole, los cimientos.
Mirando siempre adelante,
espejo de estos parajes,
todo se halla en tu regazo:
¡Visión, amistad, cantares…!
Humilde-rica a la vez
por la madera o resina,
no presumes, ahí estás,
para observador sin prisa.
“Tus praderas admiradas
para oveja y vaca, bosques,
siempre existió aquel pastor
sencillo, alegre de sones..
Cada estío y en la fiesta
hacía queso artesano;
San Roque aún nos viene a ver
con la Virgen cada año.
Bello, antiguo tu chaparro
viajabas con las carretas,
arte en radios de mil ruedas.
“Nuestro carretero sueña”.
Los Chicote, los de Pedro…
Uncían yunta de bueyes
preparando largo viaje.
Pez, resina… mercaderes.
Alquitrán para fisuras
en barcos de viejo roble,
pino albar, palo mayor,
pena en casa, vuelta al orbe.”
Sudásteis bien la corona
obrando en comunidad,
cual Roble-pino y la rueda
emblemas de vuestro andar.
Mima aún a estos vecinos
pues donde quiera que van,
emigrantes canicosos,
abren puertas, sangre dan.
Con la Virgen de Revenga
e historia del Carrascal,
hay un valor femenino
que trasciende a la polar.
Paisaje de hermoso pueblo,
la pólvora o las canteras
origen de estas mansiones.
¡Oh, cantero y su herramienta!
Serrano de Canicosa
hombre valiente, severo,
sabes guardar porcentajes
por la belleza del pueblo.
Delfín de Miguel de Pedro
Allá en tiempos no lejanos
mi bisabuelo labraba
con un borriquito cojo
y una vaca descornada.
Toda la gente del pueblo
de sol a sol trabajaba
para cultivar el campo
con el jumento y la vaca.
Desbarataban las lindes
haciendo cierta calzada
para sanear las tierras
que tenían encharcadas.
Vivían muy pobremente
también mal se alimentaban
comían los titos rancios,
garbanzos, nuez y manzanas
con un mendrugo de pan
pues a nada más llegaban.
Las veladas las pasaban
junto al borrico en la cuadra
y a la luz del candil
jugaban a la baraja.
Así pasaban el rato
Hasta llegar a la cama.
Se levantaban temprano
Para empezar la jornada.
Al llegar la primavera
Han florecido los campos,
Ya cantan los pajarillos
Entre las ramas del árbol.
La perdiz y la codorniz
sus nidos han preparado,
han puesto sus huevecitos
para poder escucharlos
y sacar unos pollitos
que correrán por el campo.
El raposillo en la cueva
su lecho está preparado
para alumbrar sus cachorros
tan astutos y tan majos.
Pantano de Villafranca
hasta arriba te han llenado
para poder regar bien
y de abastecer de agua
a los pueblos que lo han llevar.
Jesús Pascual Mateo
A esta fiesta Canicosa
versos quiero dedicar,
que hoy es un día especial
para siempre recordar.
Hace seis décadas ya
que de forma natural,
esta bella localidad
aumentó su natalidad.
Antes de continuar
no me quisiera olvidar,
del trabajo y esfuerzo
de una matrona ejemplar.
Auria la llamábamos
y a todos nos recogió,
aunque unas noches tuviera
lo mismo pero por dos.
Poco a poco el tiempo pasó
y al cumplir los cuatro años,
sin apenas darnos cuenta
a la escuela ir tocó.
Tuvimos grandes maestros,
los cuales siempre estuvieron,
haciendo tan gran esfuerzo
que siempre agradeceremos.
La primera comunión
hicimos sin excepción.
Cuánto trabajo le dimos
al pobre don Salvador.
Aquellos largos inviernos
y aquellos buenos recreos
son para todos nosotros
nuestros mejores recuerdos.
Por la tarde nos gustaba
ver esa Línea encantada.
El Quete y la Valeriana
nunca su puerta cerraban.
La adolescencia pasó
también con gran ilusión.
La televisión llegó
y fue la revolución.
Nuestra música ¡la mejor!
Y por si esto fuera poco,
doña María Luisa compró
un precioso magnetofón.
Más tarde hubo ocasión
de ver cine a discreción,
el Bene ya se encargó
de traerlo hasta el salón.
También quiero hacer mención
de aquellos nuestros guateques.
No sabrá lo que perdió
la siguiente generación.
Unos añitos después
llegó la despoblación,
pero los quince de agosto
esto parece New York.
Aunque en invierno este triste
y vengan grandes nevadas,
siempre será Canicosa
nuestra villa deseada.
Y ya para terminar
sólo quiero dedicar
todos mis buenos deseos
y mucha felicidad.
Josefina Marcos Escribano
El Pinachón, 2016
Los quintos del 58
venimos a celebrar
que hace 60 nacimos
todos en este lugar.
Circunstancias de la vida
nos hicieron emigrar,
pero canicosos somos,
no lo podemos negar.
Celebrar es recordar
cómo se vivía entones,
y yo,
os lo voy a explicar:
Entonces no había tablets,
pero no pasaba ná;
tampoco existía el móvil,
no hacía falta quedar.
Nos veíamos por la calle
y sin hacer ningún plan
nos poníamos a jugar
a aquellos juegos que había
y que os voy a enumerar:
Se jugaba a la pelota,
al tirabequis, los bolos, al escondite,
a las tabas, al chorro morro y al limbe,
al pítele y a la pala, a la gallinita ciega,
zapatilla por detrás.
También a los tres navíos,
tres navíos en un mar.
Y la cuesta, matalhoyo, cagaperros,
el cubito, el pimpollar,
las peñas, los depósitos, San Roque…
fueron testigos entonces
de estos juegos y algo más.
Por los barrios de este pueblo
corríamos sin parar,
desde el barrio de la Virgen
a San Roque en un plis plas.
En la cuesta de la iglesia
parábamos a mirar
y veíamos los puentes
y el río mayor bajar.
Lo que no vimos jamás
fue a la gallina cochina
con ese huevo en el culo
como dice el cantar.
Luego al barrio Manzanares,
a la Felipa a comprar,
un chupón de nata y fresa,
serbus para los zapatos,
alcohol pa socarrar,
un cuaderno, algún confite,
una goma de borrar,
unas zapatillas negras,
medio kilo de garbanzos
y también algún moquero,
un cepillo para el pelo
o jabón para fregar.
Porque entonces la Felipa
era un centro comercial.
Si no llevabas dinero,
ella te lo daba igual,
te apuntaba en un cuaderno
y pasados unos días
ya lo irías a pagar.
A eso de las siete y media
íbamos donde la tía Sergia
a ver la línea pasar,
que venía de Regumiel
y se iba pa Quintanar.
Pero no todo era jugar,
también íbamos a escuela
porque había que estudiar.
Y quiero aquí recodar
a aquellos buenos maestros
que había en este lugar,
que siempre nos inculcaron
el respeto a los demás.
Doña Prisci, María Luisa,
don Braulio y algunos más.
Tampoco puedo olvidar al cura
que tantos años vivió en la localidad.
Don Salvador se llamaba,
era un cura peculiar,
junto con el Marcelino, que,
aunque arreglaba zapatos
también era el sacristán.
Cuando íbamos creciendo
podíamos ir al bar,
a casa de la Dolores,
que recuerdo que tenía
una máquina de cantar
en la que por dos o tres pesetas
tu cantante favorito
podías escuchar.
El bar Cabrero tenía
aquel típico portal.
Y luego la Sociedad,
que como no fueras socio
no te dejaban pasar
Con su cuarto de lectura
a la derecha al entrar,
era tan típico entonces
que no se puede olvidar.
No quiero dejar pasar
a una mujer sin igual,
que a casi todas las madres
las ayudaba a alumbrar,
daba lo mismo la hora
que la fueran a llamar.
Áurea Ayuso se llamaba,
una partera especial,
que en estos tiempos sería
una matrona ejemplar.
Y nacían muchos niños,
y había que bautizar,
y allí todos acudíamos
a la hora de repelar.
Los puñaos de caramelos
iban de aquí para allá.
Nos parecían pocos
y al grito de “aquí” y de “acá”
nos poníamos a cantar:
ese bautizo cagao,
roñoso y asqueroso,
qué hace la madrina
que no sacude el bolso”.
Vivió aquí con nosotros
el médico Eugenio Fiel.
Fue fiel a sus pacientes
y si alguno estaba en cama,
tres veces los visitaba
por ver cómo se encontraban:
por la tarde, por la noche
y también por la mañana.
Y le fue reconocido
y tiene aquí en Canicosa
una calle dedicada,
la calle donde habitaba.
Me acuerdo también de Claudio,
empleado municipal,
que para saber la gente
si había venta ambulante
o quedar para un desmano
o los cochinos capar
o bien las suertes cobrar
o los impuestos pagar,
él, con su corneta dorada,
en los tres barrios del pueblo
tenía que pregonar.
Y aquellos carraos de hierba
en este tiempo estival,
que venían de Las Matas
y del puente las pasás
con las mujeres arriba…
Eso era espectacular.
A la hora de descargar
allí estábamos nosotros,
que queríamos triscar.
No quiero pasar por alto
que a cierta edad a los chicos,
allí en el ayuntamiento,
los tenían que tallar.
Los padres en la puerta
no dejan de comentar,
que si el mío da la talla,
que si el tuyo no la da,
que si tiene los pies planos,
la columna desviá…
Y que quién se librará,
siempre haciendo referencia
al servicio militar.
Y ya voy a terminar
porque no os quiero cansar.
Estas fueron mis vivencias
de unos añitos atrás,
que no los cambio por ná.
Quiero seguiros viendo
en nuestro pueblo natal,
Canicosa de la Sierra,
que es un bonito lugar.
¡Viva los quintos y las quintas!
Alicia Marcos Ibáñez
El Pinachón, 2018
I
Con el
cigarro puro, niño,
tú vienes a presumir.
Más vale que te dieran
un palo y a dormir.
Hasta las nueve te aguardo,
dueño mío, en la ventana.
Y si a las nueve no vienes,
cierro y me voy a la cama.
Ya han dado las doce y media
y mi marido no viene.
¡Cuál será la picarona
que entretenido le tiene!
En Canicosa de la Sierra
hay muchas que son hermosas.
Son las cubas de buen vino
y también las mozas.
Para cantar, tener gracia;
para bailar, salero;
para tocar la guitarra,
saber menear los dedos.
Para cantar y bailar
los cojos tienen la fama,
pero para trabajar,
¡ay, que me duele la pata!
Ábreme la puerta,
la puerta de la calle.
Ábreme la puerta
que vengo del baile.
Ábreme la puerta.
¿Con quién has bailado?
Con una chica rubia
que a mí me ha gustado.
Cuando a casarse va el hombre
camina hacia el matadero
y la mujer y la suegra
le hacen el degolladero.
La guitarra pide vino
y el guitarrillo aguardiente.
Los mocitos que lo tocan
piden mocitas de a veinte.
Las mujeres son el diablo,
tentación de Lucifer.
Se visten por la cabeza
y se desnudan por los pies.
Aunque no soy labrador
a ninguno tengo envidia
para echar el surco derecho
en el jardín de una niña.
II
En el
puente de La Virgen
una doncella vi
y con el ruido del agua
yo me acerqué allí.
Oí una voz que decía:
¡Ay de mil ¡Ay de mil ¡Ay de mil
Yo que la vi solita
la declaré mi amor.
Ella se quedó turbada
y nada me contestó.
Y entonces dije yo:
¡Ya cayól ¡Ya cayól ¡Ya cayó!
La cogí de la mano
y la llevé a un café
y en su divino rostro
tres besos la estampé.
Y entonces dijo la niña:
otros tres, otros tres; ya son seis.
Y entonces dijo la niña:
¡Ay Jesús! ¡Qué atrevido es usted!
Y llorando me dijo:
No me olvides por Dios,
bien sabes que mi amor triste
sólo en ti, sólo en ti se rindió.
Cochina, vete a fregar
que el agua ya está caliente
y el estropajo da voces,
desde mi casa se siente.
Ya no quiero más pan tuyo
que me amarga la corteza
y no quiero más amores.
Los que he tenido me pesan.
Morena, la de mi barrio,
toquillas y confiadas
cuidad no os engañe el tiempo,
la edad y la confianza.
No os dejéis lisonjear
de la juventud lozana
porque de caducas flores
vierte el tiempo sus guirnaldas.
Anoche a las siete y media,
antes de rayar el sol,
le cortaron las orejas
al burro de Cagalón.
Las doce de la noche son
y el cura anda por la calle.
Las doce de la noche son
y ese cuervo pide carne.
¡Jueves Santo, Jueves Santol
Día de grande pasión,
día que crucificaron
a Cristo Nuestro Señor.
Lunes le lavan los pies;
martes, en el huerto orando;
miércoles, en la columna;
jueves, de espinas cercado;
Viernes, con la cruz a cuestas
caminaba pal Calvario;
sábado, en el sepulcro;
domingo, ha resucitado.
Y aquí se acabó la historia
de Jesús el Nazareno.
Dios nos dé salud y gracia
para subir a los cielos.
Las mujeres son el diablo,
tentación del enemigo.
Hacen estirar al hombre
lo que tienen encogido.
A la mujer yo la comparo
como a la gallina
que faltándole el gallo
a cualquier pollo se arrima.
Coplas que recitaba el tío Perico (Pedro Ureta Andrés)
Fallecido en 1996.